Fiscalidad energética ¿cómo gravar el carbono sin dejar a nadie atrás?
La fiscalidad energética continúa siendo la pata coja de las políticas climáticas
¡Bienvenido/a! 👋
En esta edición de la newsletter vamos a hacer las cosas algo distintas.
Queremos presentarte algunos de los temas más relevantes de la transición energética en un formato distinto que cuente con las aportaciones de personas expertas.
Así que hoy vamos a empezar una serie de entrevistas en las que hablaremos con personas expertas para tratar de responder las preguntas más frecuentes, pero también las más importantes sobre algunos temas de la transición energética.
El debate de la semana
Hoy vamos a hablar de la fiscalidad de la energía (lo sabemos, suena suuuper interesante). ¡Quédate hasta el final y verás como vale la pena 😉!
Como ya comentamos en la edición sobre la Presidencia española del Consejo, la fiscalidad de la energía en la Unión Europea tiene importantes carencias que dificultan el avance de la transición energética.
La reforma de la fiscalidad de la energía es fundamental para internalizar los costes medioambientales de cada vector energético para que, en un escenario de neutralidad tecnológica, los consumidores podamos elegir la mejor opción —tanto desde el punto de vista medioambiental, como económico.
Asimismo, esta reforma no debe traducirse en una mayor presión fiscal sobre los consumidores. No se trata de recaudar más, sino de hacerlo mejor, para acelerar la descarbonización de los sectores donde la electrificación directa es posible, así como en otros sectores donde vectores nuevos como el hidrógeno renovable están llamados a jugar un papel muy importante.
No obstante, no podemos obviar que este ajuste fiscal puede llegar a tener un mayor impacto sobre algunos consumidores vulnerables. Por eso, es fundamental diseñar medidas de compensación que permitan revertir los ingresos de esta fiscalidad mejorada en ayudas de apoyo a la eficiencia energética y la electrificación, permitiendo así que toda la población disfrute de los mismos beneficios.
Para abordar todas estas cuestiones contamos con Jorge Sanz Oliva, expresidente de la Comisión de Expertos de Transición Energética de 2018.
¿La actual fiscalidad de la energía dificulta la electrificación y descarbonización?
El problema de la fiscalidad de la electricidad radica en que las facturas eléctricas se han convertido en unos “presupuestos del Estado” paralelos en los que se incluyen todo tipo de impuestos ajenos al suministro eléctrico.
Esto es altamente regresivo, ya que el consumo de electricidad no está asociado a mayor renta, mientras que los impuestos sobre la renta sí son progresivos, es decir, paga más el que mayor renta tiene.
De hecho, suele consumir más el que menos gana, ya que aquellos con mayores rentas tienen más opciones como el autoconsumo u otras alternativas más baratas. Esto supone que los consumidores domésticos más vulnerables se enfrenten a costes eléctricos que les pesan mucho más, en términos relativos, sobre sus finanzas.
“La fiscalidad actual maltrata a la electricidad y convierte a las facturas eléctricas en unos presupuestos del Estado paralelos a los del Parlamento”
Ejemplo de este tipo de costes ajenos al suministro, pero incluídos en la factura eléctrica, son las primas a las renovables. Estas primas son una retribución especial que reciben las empresas pertenecientes al Recore (renovables, cogeneración y residuos) que garantiza una rentabilidad determinada por sus inversiones.
El objetivo es ofrecer seguridad para promover las inversiones en tecnologías menos contaminantes. Ahora bien, el problema surge debido a que estas primas recaen sobre los consumidores eléctricos, no siendo ellos los únicos que las inducen.
“El modelo de financiación actual de las primas a las renovables es un obstáculo a la descarbonización”
A nivel europeo, nos hemos comprometido a que el 42 % de toda la energía final consumida sea renovable para 2030. Puesto que los objetivos europeos de renovables se fijan sobre el total de la energía consumida, los costes de las primas de renovables deben recaer sobre todos los consumidores de energía final, que son los que determinan la cuantía de inversiones que hay que hacer para cumplir con el compromiso europeo.
Dicho de otra forma, cada vez que una persona va a un surtidor de gasolina y pone 100 unidades de energía, está obligando a que alguien invierta en renovables para que, en el año 2030, 42 unidades de esas 100 que consumes en forma de gasolina, sean renovables.
La teoría económica, como explica Jorge Sanz, dice que cualquier coste debe pagarlo aquel que lo induce. Por tanto, cargar a los consumidores eléctricos con los costes inducidos por todos los consumidores de energía final solo consigue dificultar la electrificación.
Por otro lado, otro ejemplo de este problema de “costes encubiertos” de la factura eléctrica son los impuestos ambientales, los cuales supuestamente pretenden internalizar los daños ambientales.
No obstante, como comenta Jorge Sanz, ningún impuesto de los actuales cumple la condición de ser un impuesto ambiental, ya que el requisito indispensable para que un impuesto sea ambiental es que la base imponible sea el resultado del producto de la energía producida o consumida por el factor de emisión.
Dicho de otra forma, la base tiene que tener un elemento que gradúe el factor contaminación que, actualmente, no existe. Por tanto, los impuestos ambientales han sido una excusa para crear impuestos con fines meramente recaudatorios.
El diseño actual de algunos impuestos como el impuesto especial a la electricidad —el cual antes de la crisis energética era del 5 % — se aplica sobre el total de la electricidad consumida, independientemente de si el consumo se realiza en horas “limpias” o en horas fósiles.
Entonces, si el impuesto no premia al consumidor por hacer el esfuerzo de consumir en las horas en las que la energía es mayoritariamente renovable, claramente, el impuesto no es ambiental.
Lo mismo sucede con los impuestos sobre los hidrocarburos, los cuales directamente no incluyen los factores de emisión que se utilizan para calcular las bases imponibles. Asimismo, los tipos impositivos no pueden variar y depender de los intereses de la Agencia Tributaria, sino que tienen que ser aquellos que reflejen el daño ambiental.
¿Es la fiscalidad directa la mejor forma de gravar el carbono frente a modelos alternativos como el comercio de derechos de emisión?
Ambos instrumentos persiguen el mismo objetivo: internalizar el daño ambiental, por lo que si están bien diseñados, consiguen el mismo resultado.
No obstante, según Jorge Sanz, los impuestos son mejores ya que son más predecibles, dando señales de precios claras que permitan a los agentes económicos hacer previsiones de si les compensa o no hacer inversiones en renovables o en ahorro energético.
Pero para que esto suceda es necesario que estén bien diseñados, es decir, que se determine claramente la base imponible (consumo energético por el factor de emisión) y que se garantice la estabilidad de la tasa impositiva.
“Si un impuesto es predecible, es más fácil que los agentes económicos se animen a hacer esas inversiones”
Si el valor del daño ambiental fluctúa de un año a otro, como sucede ahora con el precio del CO2 en el mercado de emisiones europeo, esto crea incertidumbre y puede llegar a desincentivar las inversiones en descarbonización.
Esta es, según Jorge Sanz, la única ventaja que tiene el impuesto frente al mercado europeo de derechos de emisión, en el que el precio y la oferta de derechos de emisión depende de decisiones discrecionales de la Comisión Europea, que es quien emite los derechos.
¿Cómo se alcanza un equilibrio entre gravar el carbono y proteger a los consumidores más vulnerables?
Lo más importante para Jorge Sanz es desvincular los precios de la energía de la política social, es decir, si se intenta hacer política social con los precios, al final lo que se acaba transmitiendo señales incorrectas.
El precio es una señal que debe reflejar la escasez del recurso y el daño ambiental que induce el recurso que se consume. Por tanto, si un recurso es escaso y, además, es contaminante, tiene que ser caro, incluso para un consumidor vulnerable.
Entonces ¿cómo se ha de compensar a un consumidor vulnerable? No abaratándole la electricidad porque entonces le estás dando una señal confusa de que el recurso es abundante y no daña el medio ambiente.
La mejor opción es dotar al consumidor vulnerable de un cheque generoso que le permita cubrir sus necesidades, consiguiendo así ambos objetivos: gravar las emisiones contaminantes y proteger al consumidor vulnerable.
Exponiendo al consumidor a la señal de precios, pero compensando sus costes permite que el consumidor haga una mejor gestión de su consumo y haga esfuerzos por ahorrar más, permitiéndole gastar ese dinero en otras prioridades.
Por el contrario, hacer descuentos en el precio del consumo energético es engañar al consumidor sobre el impacto ambiental y la abundancia de estos recursos.
Esperamos que esta edición especial del Debate de la Semana te haya parecido realmente interesante. Déjanos tu opinión para que podamos ir mejorando la newsletter 👇🏼
Gente con Talento 😎
Lola Berna Gascón
Tiene 23 años, estudió Global Studies en la Universitat Pompeu Fabra y un máster en Políticas Públicas y Desarrollo Humano en United Nations University-MERIT. Ahora está acabando un máster en tecnologías facilitadoras para la agricultura.
Actualmente, trabaja en el Clúster Foodservice como project officer y en el CREDA como técnica de investigación para un proyecto de políticas de innovación en el sector agroalimentario catalán.
Es de Tauste, Zaragoza y le apasionan la sostenibilidad y la innovación. Ha vivido en Estados Unidos y en los Países Bajos, y cada vez quiere lograr más impacto en lo local.
¿Por qué te uniste a Talento para la Sostenibilidad?
Siempre me ha gustado el mundo del asociacionismo y Talento para la Sostenibilidad tenía una gran incidencia en las políticas públicas. Además, el uso de análisis de datos me pareció muy interesante.
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Me gustaría hacer presión al Gobierno para ser más ambiciosos a nivel de sostenibilidad y, en especial, en innovación porque estamos muy atrás respecto al resto de países de la UE, especialmente en retención de talento.
Hasta ahora he estado participando activamente en el Estudio de Análisis de las Emisiones de GEI de la economía española colaborando en el seguimiento de las propuestas del estudio anterior.
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